Agencia de Noticias UPB - Medellín. Quizás padecer una enfermedad sea uno de los estados más frágiles del ser humano, con un difícil proceso por atravesar y enfrentar, su aquejado cuerpo esconde más que una dolencia física, su alma también padece el sufrimiento, el desconsuelo y la desesperanza, pues mientras que sus cuerpos son tratados sus corazones no sanan, están afligidos por la tristeza y soledad. Mateo Rodríguez, estudiante de Teología en la UPB, es un rayo de sol en medio de la tormenta para los pacientes del Hospital San Vicente Fundación.
Su vocación y pasión por el servicio hospitalario inició en España, allí identificó una necesidad mientras se encontraba radicado como paciente oncológico, fue la soledad que invadía la habitación del hospital, la tristeza y el sufrimiento que permeaba su alma ante aquella falencia de salud, lo que llevó a Mateo a cuestionarse y preocuparse por la atención hospitalaria que dejaba de lado las dimensiones espirituales y emocionales del ser humano.
Es así como surge la motivación por realizar un acompañamiento espiritual y emocional a los pacientes, en el que se atendieran sus angustias mientras se acompañaba su sufrimiento.
Los días de recorrido en el Hospital San Vicente Fundación suelen ser inesperados, el orden se puede ver alterado repentinamente cuando el código lila enciende las alarmas de un paciente en estado crítico, lo que dispone a Mateo a dar el último adiós al enfermo y liberarlo de sus angustias por medio de ese apoyo emocional y espiritual hasta en el último latido.
“Hay pacientes que se han muerto en mis brazos, otros que salgo de la habitación y al poco tiempo fallecen o al día siguiente, al inicio perder a un paciente era difícil porque empiezo a pensar si pude haber hecho algo más, si estuvo correcto lo que dije o si pude haberle dedicado más tiempo”, expresó Mateo, pero con el tiempo comprendió que su labor ha permitido que las personas partan de la tierra tranquilas y plenas de espíritu, a pesar de las dolencias físicas que les acongojaron en vida.
Al finalizar el día, la fatiga no es solo física sino también emocional, escuchar a los pacientes sin tener quién lo escuche a él, deja en Mateo una carga emocional que solo se permite liberar mediante la oración.
Aunque el tiempo no sea suficiente para visitarlos a todos o realizar un acompañamiento más extenso, una sonrisa o un “gracias” es el mayor gesto de gratitud que le expresan los pacientes a Mateo, siendo lo que más le conmueve y llena de su labor, “ver la sonrisa de los pacientes solo porque les dijiste buenos días o buenas tardes es más que gratificante”, afirmó Mateo.
Esta labor es más que un servicio religioso, humaniza la atención de los pacientes, brinda tranquilidad y hace que la soledad se sienta menos, el acompañamiento a los pacientes es un abrazo cálido para sus almas que hace más acogedor y menos traumático su partir, al saber que hubo alguien que escuchó sus penas por última vez.
Por: Daniela Jaramillo Zurita - Agencia de Noticias UPB
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